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A menudo me pregunto cuál fue la razón que me llevó a hacerme hostelero. Soy de los que piensan que hay que saber de dónde viene uno para saber adónde va y, cuando le doy vueltas a esto, supongo que gran parte de culpa de que yo esté hoy tras los fogones de La Senda la tiene el haberme criado en casa de la Abuela Paz…

La casa de la Abuela Paz

La Abuela Paz era una de esas mujeres que si no existiera habría que inventarla y, en su casa, nunca faltaban las visitas. Para nosotros era algo natural el que siempre hubiese gente en casa y, aunque no íbamos sobrados de dinero, cada vez que sonaba el timbre comenzaba un pequeño ritual. Mientras que mi abuela recibía a las visitas uno de nosotros iba a la cocina a preparar un poco de embutido y vino, si el que venía era un hombre, o un café con leche y pastas si la que venía era una de sus amigas.

Luego, en el comedor, la conversación transcurría entre historias, cotilleos, risas y anécdotas de lo más variopinto.

Algo de mágico tenían ese embutido y ese vino y no era precisamente su calidad, porque el vino era el barato de la cooperativa y el chorizo el que estuviera de oferta en el super, pero a medida que el plato de embutido menguaba y el vino se subía a la cabeza las risas y la sensación de felicidad aumentaban.

No recuerdo ni una sola vez que alguien que viniera a casa se fuera sin comer nada. Tampoco recuerdo a nadie que no repitiera visita y mucho menos recuerdo a nadie que no quisiera a la Abuela Paz con locura.

Así que una de las primeras lecciones que aprendimos en esa casa, que era la casa de todos, fue a ser buenos anfitriones.

Algo de eso se quedó grabado a fuego en nuestra memoria infantil y hoy lo intentamos replicar en el restaurante. Nunca llegaremos ni a la suela de los zapatos a la Abuela Paz, el embutido se ha transformado en platos de diseño, el vino es de las mejores bodegas y las historias las cuenta Oscar en la sala a cada cliente, pero cada vez que suena el timbre y uno de vosotros nos visita, el antiguo ritual da comienzo…

Queremos que La Senda sea vuestra casa y, desde esta ventana que tengo gracias a la página web, intentaré transmitiros mis pensamientos, mis inquietudes, mis historias, algún relato, el porqué de mis platos, vivencias del restaurante y, en definitiva, cualquier cosa que os haga sentir que formáis parte de esta locura.

Bienvenidos a vuestra casa, gracias por ser parte de nuestra historia.